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Albistegia

Espainiako helduen ia erdiak hezkuntza maila baxua du

Asteazkena, 2015ko Uztailaren01a

(Albistea gazteleraz)

"Sus competencias son las de un estudiante de ESO, y no han mejorado con la crisis por una reducción del 30% del dinero para su formación."

Aunque la crisis ha devuelto a muchos jóvenes a la escuela, o fomentado que no la dejen, la situación educativa de los adultos en España está igual o peor. En la actualidad, en España, casi la mitad de las personas de entre 18 y 64 años tienen un nivel educativo bajo. Son un 43%. Sus competencias en lectura, escritura y matemáticas están a un nivel equivalente, y muchas veces inferior, al que se espera de un alumno de 4º de Secundaria (ESO). Esto, a su vez, hace más difícil que consigan un empleo en un momento en el que la tasa de paro llega al 45% para las personas sin titulación, y roza el 40% para los que solo tienen el graduado escolar o el título de ESO.

«España presenta una población adulta con uno de los porcentajes más altos de personas con nivel educativo bajo», aseguró Florentino Felgueroso, economista de la Educación de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), que ha elaborado un estudio al respecto promovido por las Fundaciones Sociedad y Educación y Ramón Areces. «Solo Portugal, Malta y Turquía nos superarían». En la Unión Europea, de media, son uno de cada cuatro las personas en edad de trabajar y con un nivel competencial bajo. Y aunque la UE se ha propuesto como objetivo que en 2020 sean un 15%, es poco probable que lo consiga. Las diferencias, además, no se concentran entre las personas de más edad porque España acumula una de las tasas más altas de abandono escolar prematuro que solo han comenzado a corregirse en la presente década.

«Tenemos un retraso educativo importante», señala Felgueroso. El Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias de la Educación Adulta (PIACC), elaborado en 2013, señaló a España como uno de los países con una peor situación. No es solo una cuestión de títulos, sino de sus competencias. De qué saben hacer. «Un 30% suspende en matemáticas y un 27% en lectura», indica el economista de Fedea. Es decir, casi uno de cada tres adultos no es capaz de resolver problemas que impliquen cuentas ni de comprender textos relativamente complejos. «La educación de adultos es necesaria para resolver estos déficits de décadas, y no se ha aprovechado la crisis para ponerle remedio», sentencia. Peor aún, se han recortado las partidas destinadas a hacerlo.

«Los recortes en formación para el empleo han sido de alrededor de un 35% y esto ha tenido un efecto en la tasa de participación, que no ha mejorado como debería», explica Felgueroso. La crisis ha provocado que hubiese mucha personas desempleadas, aclara, y por lo tanto con el tiempo y la necesidad de formarse y reciclarse para encontrar un nuevo empleo. «Sin embargo, entre los que más lo necesitan, los de edad media alta y un nivel educativo bajo, los casos son casi testimoniales», recalca el economista. «Se forman más los mejor formados de antemano, y esto es algo que deberían corregir las políticas públicas».

En la actualidad, en España, el número de adultos inscritos en algún curso de formación es de un 11%, una cifra que se ha mantenido estable desde el comienzo de la recesión, hace ya siete años. Debería haber crecido porque hay más parados, pero no ha ocurrido. «Seguramente se explica, en parte, por los recortes que se han realizado en el gasto en políticas activas y, en especial, en la formación para el empleo», aclara Felgueroso en su trabajo. Entre 2011 y 2014 la partida de formación cayó en 1.000 millones de euros. Además, señala el economista, en España no hay programas que provean a sus adultos de competencias educativas básicas más allá de la vuelta a la escuela, como sí ocurre en el resto de Europa.

Su propuesta para poner remedio a este problema es recurrir a los bonos de formación. «En los países con altas tasas de educación entre adultos el dinero llega al participante», señala Felgueroso. En España, ahora, recala en los centros de enseñanza y en las empresas. «Lo que recibe el participante es cero», recalca. Entre los argumentos del economista a favor de los bonos está en la libertad del que los recibe de decidir a qué curso los dedica, lo que a su vez fomentaría una competencia entre proveedores. Como contra, que pueden causar un cierto despilfarro.



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